Mindfulness. La meditación en los tiempos que corren
Siempre ha existido una fascinación por lo oriental, por sus costumbres y filosofía, por su visión de la vida y del mundo. Esto ha dado lugar a que adoptemos determinadas actividades de su cultura y la integremos en la nuestra. La meditación es una de ellas. Esta práctica se ha ido incorporando, sobre la segunda mitad del siglo XX, gracias a la divulgación en occidente de las filosofías orientales y con la llegada de la globalización se ha terminado de expandir y consolidar.
Las personas que la practican regularmente suelen reportar estados de bienestar. Es por esto que la psicología, especialmente la experimental y su vertiente más clínica, se han empezado a interesar por estas practicas.
Y no es de extrañar que las ciencias se interesen por los movimientos sociales o culturales, es más, es su deber. Y encima tenemos la suerte de encontrarnos en un momento histórico y tecnológico adecuado para su estudio científico. Avances en algunas técnicas, como la neuroimagen, nos permiten observar los correlatos neurobiológicos de los pensamientos y de las emociones con bastante precisión, es decir, qué se activa en nuestro cerebro cuando pensamos o sentimos algo. Esto nos da una amplia información sobre el impacto no sólo subjetivo de estas prácticas, sino de su relación con cambios en la actividad o estructura neural. No hay más que observar como en la última década se han realizado numerosas investigaciones sobre los posibles beneficios de la meditación utilizando estos correlatos. Eso sí, me gustaría aclarar que muchos de estos resultados habría que cogerlos con cautela, son correlatos no explicaciones causales, y debemos seguir estudiándolos en profundidad, para poder discriminar con precisión aquello que funciona de lo que no.
¿De qué hablamos cuando hablamos de Mindfulness?
Es en esencia, la meditación inspirada en tradiciones orientales. Un vocablo anglosajón que viene a significar mente plena y que se ha traducido como Atención Plena. En palabras del autor que lo introdujo Jon Kabat-Zinn: «Prestar atención de manera particular, como propósito en el momento presente y sin juicios mentales». El mindfulness es una técnica, una habilidad que se enseña y donde el sujeto aprende a focalizar su atención de manera voluntaria y consciente en la experiencia presente. Aprende a aceptar y no juzgar aquello que experimenta centrándose en el aquí y en el ahora.
La pregunta es, ¿por qué estamos viviendo un resurgimiento de estas técnicas ancestrales?
La respuesta es sencilla, mira a tu alrededor. El ritmo de vida actual impone un tipo de procesamiento psicológico que se basa en una atención poco focalizada, inconstante y saltarina que es atraída por lo más llamativo, que busca titulares, noticias rápidas, información de usar y tirar. Esto es especialmente notable en las nuevas generaciones que se están criando con las nuevas tendencias sociales y tecnológicas.
Es indiscutible las enormes ventajas que conlleva este progreso tecnológico, el saber lo que ocurre de manera instantánea en el otro extremo del planeta es una ventaja que nunca había tenido antes el ser humano en toda su historia. No hay que olvidar que nuestros antepasados podían pasar toda su vida viendo el mismo paisaje y hoy en día, no te hace falta salir de tu habitación para conocer todo el mundo.
Esta inmediatez de la información supone un adelanto en las comunicaciones y la visión global del mundo. Pero todo tiene un costo. Este exceso y tratamiento de la información esta provocando por una parte, tipos de estrés que antes no teníamos, un estrés por sobrecarga informativa y por no estar continuamente a la última de la misma. Y por otra, que nuestra mente se está acostumbrando a procesar la información de manera superficial. sin profundizar demasiado, y sin poder soportar la atención durante un largo periodo de tiempo.
Por ejemplo, poca gente terminará de leer esta entrada de blog o no lo hará de manera continua. Cada vez nos resulta más tedioso leer un libro. Se premia lo rápido, lo efímero, lo superficial. Lo importante es saber que algo ha ocurrido lo antes posible, antes que nadie y tuitearlo. Las noticias son instantáneas y se suceden unas tras otras, ser moderno y actual hoy en día es muy estresante.
Esta manera de relacionarnos con la información también esta afectando de a la forma que tenemos de relacionarnos con los otros. Estamos empezando a ver común el hecho de que en las reuniones los smarthphones juegen un papel central, cabezas bajas que atienden más al brillo de sus pantallas que a sus compañeros, amigos o parejas. De hecho hay una palabra inglesa para definir esa emoción que siente la persona cuando su interlocutor en mitad de la conversación mira un mensaje o atiende una llamada: “pizzled” una combinación entre puzzled (perplejo) y pissed off (cabreado), porque así nos sentimos cuando de repente dejamos de existir para esa persona, cuando ya no nos atiende. Algunos expertos apuntan a una soledad inducida por esta nueva era tecnológica. Hace unos años Carl Sagan apuntaba que nunca antes en la historia de la humanidad las personas han tenido la posibilidad de estar tan conectadas los unos con los otros y nunca antes nos hemos sentido tan solos.
Si esta falta de atención y superficialidad se extiende, se empiezan a generan relaciones insustanciales, frívolas, emocionalmente poco intensas tanto en amistades como en parejas.
Y si vamos de lo global a lo particular, de lo externo a lo interno, esta manera de entender el mundo nos afecta en cómo nos relacionamos también con nuestros propios pensamientos y emociones. Cómo experimentamos nuestros eventos internos. Y aquí llega el quid de la cuestión, es esta manera de relacionarnos con nuestros estados internos lo que nos hace más o menos sanos psicológicamente hablando.
Un ejemplo lo encontramos en la ansiedad, cómo la mayor parte de las personas se relaciona con ella. Los trastornos surgen por la evitación de la propia experiencia de la ansiedad, de la no aceptación de la misma cómo lo que es, una activación psicofisiológica que dura un tiempo limitado y que te hace experimentar una serie de síntomas, muchos de ellos desagradables, pero inocuos para la salud. La ansiedad se mantiene en el tiempo también por la atribución por parte de la persona que la sufre de características negativas y consecuencias catastróficas.
Si esta persona atendiera y experimentara de manera plena su ansiedad sin evitarla, aceptándola sin juzgarla, y simplemente la observara cómo se manifiesta en toda su experiencia, cómo crece en intensidad y expansión, y cómo decrece y se va diluyendo, la persona aprendería a relacionarse de manera distinta con ella y no huiría. No limitaría su vida, por lo que no perdería su tiempo atendiendo a las señales que la vayan a provocar, sino atendiendo a lo que para ella es importante y valioso.
En terapia enseñamos maneras distintas de relacionarnos con el mundo, con los demás y con nuestros propios pensamientos y emociones. El Mindfulness es una herramienta muy útil para conseguir en combinación con la misma, mejoras significativas en la calidad de vida de las personas.
En las próximas entregas hablaré de los estudios científicos que respaldan la práctica de Mindfulness y daré algunos consejos para que empecemos a entrar en contacto con la misma.
Sergio García Morilla. Psico·Salud
Centro de Asistencia Psicológica
Bibliografía:
- Kabat-Zinn, J. (1994) Wherever you go there you are: Mindfulness meditation in everyday life. Nueva York Hyperion.
- Segal, Z.V., Williams, J.M.G. y Teasdale, J.D. (2002) Mindfulness-based cognitive therapy for depression. Nueva York: Guilford.
- Simon, V., Germer, C. (2011). Aprender a practicar Mindfulness. Barcelona: Sello.
- Vallejo, M.A. (2006). Mindfulness. Papeles del Psicólogo, 27 (2): 92-99.


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